El Grupo de Investigación “Salud y Seguridad en la Montaña” se creó con el fin de investigar en la prevención de los
accidentes de montaña desde tres áreas íntimamente relacionadas en la persona en su interacción con el medio:
Seguridad en la Montaña, Medicina de Montaña y Aspectos Psicológicos relacionados con la Montaña.
Contacto: grupossm@gmail.com

sábado, 23 de mayo de 2009

Diario del Regreso a Katmandú II Del 15 al 18 de Mayo

Viernes 15 / Lunes 18 de mayo de 2009 – DE VUELTA
Por fin, después de varios días sitiados en el BC, dos días en Samagaon esperando a los porteadores y viendo enfermos, conseguimos iniciar el camino de vuelta. Voy a resumirlo como “un todo”, por aquello de no cansar, dando una visión global. Como aquí son tan “cuadriculados”, se sube en siete días (desde Arughat) y se baja en cuatro…” póñaste como te poñas”. Para muestra, nosotros. Dijimos que no teníamos prisa en llegar al BC y que era mejor hacer el trekking con calma, y en siete días estábamos en Samagaon. Dijimos que subiríamos al BC en dos jornadas y nos plantamos en una. Queríamos bajar sin atropellos y, al final, en cuatro días hemos llegado a Arughat. Bajamos José Ramón y yo con Kancha, nuestro guía-porteador-cocinero, de 21 años, un encanto. Podemos decir, empleando términos médicos, que está en plena “residencia”; haciendo un poco de todo para aprender bien el oficio. Habla un Sioux-English, lo propio, porque a los yankies, ingleses, australianos y canadienses aquí no los entiende nadie; pero conseguimos entendernos para los asuntos propios del día a día. Va pegado a dos palmos del culo de José Ramón, pendiente de cada paso que da y le ríe todas las gracias; no sé quién está más contento de los dos. El caso es que estamos haciendo casi una etapa y media -de las del trekking de subida-, en cada uno de los días de bajada; así que vamos “descoyuntados”. Porque sí, vamos de bajada, pero sin olvidar que estamos en Nepal y que esto es un continuo sube-baja; escasamente llaneamos los veinte metros que cuesta cruzar un pueblo. De todas formas, a ratos, tenemos que fijarnos en la corriente del río para estar seguros de que bajamos… ¡qué cuestas tiene este país! Desde que bajamos del BC, el miércoles 13, desayunamos patatas cocidas, comemos daal bhaat (arroz hervido con puré de lentejas) y cenamos soup of vegetables (de sobre, claro). El único “lujo” que nos permitimos es medio cuadrito de chocolate de Don Julio cada dos horas, cuando paramos a beber agua. Dice José Ramón que, cuando volvamos a España, me va a proponer para Dama de Honor de la Cofradía de la Virgen del Puño Cerrado, porque nunca ha visto a nadie “administrar” el chocolate con semejante celo, montañesa tenías que ser –dice-. Yo le explico lo de mi tía Menena, de Chía, “orden, limpieza y economía”; pero eso no “cuadra” demasiado en la mente de un “manga ancha” de la Ribera del Ebro. El caso es que el poco chocolate que quedaba, nos ha alegrado la bajada. Así que llevamos una dieta que ha permitido que a José Ramón le sobre un palmo de cintura de su pantalón y que a mí se me haya “apretado” el culo (¡¡no tenía el culo “tan duro” desde los veinte años!!). Empezamos a andar sobre las siete de la mañana y terminamos sobre las seis. Nos da el sol sin conocimiento, desde las 8 de la mañana hasta la cuatro de la tarde; da barbaridad de gusto cuando “acometemos” los costarrones del valle. Hemos llegado a 40º (según el termómetro exterior colgado de la mochila). Yo me mojaba el pelo en todas las fuentes, arroyos y kholas que cruzábamos, pero en diez minutos volvía a tenerlo seco, a pesar de salir “chorreando”. Lo del “agua para beber” no es cosa fácil. Kancha bebe de todas las fuentes que ve, pero a nosotros no nos interesa “alterar” nuestra flora intestinal, así que “filtrado, yodo y Tang” (un asco, porque además de lo mal que sabe, se calienta sobre la marcha). Comer nos cuesta un euro a los dos (lo del arroz hervido con puré de lentejas tiene la ventaja de ser barato), pero en Sprites, Fantas y demás, nos hemos dejado una fortuna (para lo que es esto), unos cinco euros por día, cada uno. El alojamiento ha sido “todo un lujo”. El primer día se me comieron las pulgas. Kancha es del país y no se ve afectado, José Ramón es “duro y correoso” (las pulgas no pueden con él). Todavía me estoy rascando. En Philim nos llovía dentro de la habitación, pero pudimos arreglarnos. El tercer día, en Tatopani, las ratas se paseaban por el techo de la habitación (alguna, incluso practicó “caída libre” sobre el suelo). Kancha no tuvo problemas, dijo que no había diferencia entre los pájaros paseando por el tejado o las ratas, que todos los animales tienen derecho a la vida y la libre circulación. José Ramón no oía nada y las ratas nunca le han preocupado mucho; desde ese día, para tomarme el pelo, habla de “Ratopani” para referirse a Tatopani. Otra noche sin dormir. En Arughat, puerta del Valle, hacía un calor pegajoso inaguantable, del que disfrutaban con alegría las cucarachas. Las vueltas siempre se ven diferentes a los caminos de ida, aunque sean por el mismo sitio. A la ida fuimos con cocinero y ayudantes, sirdar, porteadores, las mulas de los persas, el checo y los persas, un valle desconocido por delante y mucho por experimentar. A la vuelta hemos bajado solos con Kancha, con sus ventajas y sus inconvenientes. Hemos conocido los “atajos” que usan los porteadores cuando no van con los clientes, algunos verdaderamente escarpados. Uno de ellos, lo bautizamos como Vía maderata (como lo del acero no está muy generalizado en el Nepal, en lugar de ser “ferrata”, estaba equipada con “escalas” de madera (vamos, para matarse). Nos hemos descalzado para cruzar el Budhi Gandaki (otro “atajo Kancha”), muy de agradecer, por el calor que hacía. En los campos que a la subida estaban arando, ya ha crecido el maíz; los trigales recién sembrados, a estas alturas, son verdaderas alfombras verdes; los arrozales están impresionantes… Y no hemos dejado el estandarte del Servicio Medicalizado 061 del Valle del Budhi Gandaki hasta llegar a Arughat… lo que ha hecho que todos los días tuviéramos que atender pacientes por el camino. Después de estos 45 días, la mayoría pensaría en un masaje, un buen vino con chuletón, en un hotel estupendo. Yo me conformo con agua mineral –fría, de la nevera-, una bañera –de agua muy caliente- y sábanas blancas recién planchadas. Hemos comido y vivido como los nepaleses de la montaña. Hemos sudado y arrastrado las botas por sus caminos. Hemos participado de sus penas y alegrías. Esto es conocer un país y a su gente; pasar unos días en la capital, de compras y paseo, que suele ser lo habitual de los turistas, sirve para conocer “por encima y de pasada” los aspectos generales de la capital. Nadie puede decir “ya sé lo que es eso” por haber pasado diez días en Kathmandú. Pasar 6 semanas “inmersos” en el Valle del Budhi Gandaki, como hemos hecho nosotros, es “conocer el Nepal”; al menos, la montaña del Nepal y su gente.
Mª ANTONIA NERÍN Y JOSÉ RAMÓN MORANDEIRA

1 comentario:

  1. Saludos.
    Enhorabuena por el trabajo realizado, supongo que habra para varias sesiones de tertulia.
    Daros prisa que el ternasco se esta impacientando...(le urge ser la estrella de la fiesta). Sanvi

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